jueves, 20 de octubre de 2011

De la personalización en la arquitectura, Ypenburg


Hace una semana estuve en Delft y visité el barrio de Ypenburg, que en realidad está en la Haya, pero queda entre las dos ciudades holandesas, formado el nexo entre ellas. 


Este barrio de periferia residencial se encuentra muy bien comunicado con el centro en transporte público, a diferencia de barrios periféricos españoles donde se espera a que haya suficiente "masa crítica" para poner un triste autobús. Los casos de periferia española creada por doquier con la regla de "mete casas que ya iremos poniendo equipamientos y transporte público luego" han sido archipublicados y son desgraciadamente un ejemplo de cómo no "hacer ciudad".
 
Ypenburg, concebido por los stararquitectos MVRDV, está formado por diferentes tipos de tejido urbano. Tanto entre los bloques de apartamentos, como entre las casas flotantes o entre las casitas de colores, los arquitectos juegan con los espacios intermedios entre las casas, para generar lugares complementarios con la vida doméstica. Así, no sólo la arquitectura deja paso a la apropiación de los espacios por el usuario, sino también la disposición urbanística de los edificios entre ellos. Los espacios intermedios que nos enseñaron a valorar los arquitectos de la Escuela de Amsterdam (Aldo Van Eyck principalmente) cobran aquí todo su sentido: el callejón-zona de juego, los patios-zona de reunión, el aparcamiento-zona barbacoa...

El modelo básico de las casas flotantes, mucho menos publicado que el de las Watervillas, es interesante porque propone una calle (de acceso a las casas, no de tráfico) que separa las casas de una zona mixta que puede convertirse en chill-out ibicenco, zona barbacoa con azulejo que reza "welcome to my kitchen" o guarda-trastos. 

 
Las casas de Waterwijk (literalmente "barrio de agua") no se encuentran entre canales, sino en un pólder ganado al mar y convertido en manzana densa de callejones peatonales. Sus casas tienen varios colores debido a los múltiples tipos de cerramientos propuestos, aumentando de esta manera el sentimiento de diferenciación. Aún así, los habitantes deben de sentir que no se les reconoce bien, y para que se les encuentre fácilmente, añaden esculturas de patos, búhos, y otros animales sobre sus cornisas. Incluso balcones que no tienen una función clara, la encuentran como vitrina de las esculturas más raras que he visto (a parte de fallas de Valencia). 

Quizá pasada esta moda de diferenciarse y customizar las casas, el barrio vaya cobrando identidad propia, gracias a las futuras generaciones que irán haciendo de este trozo periférico un trozo más, parte integrante de la ciudad. Los niños aquí tienen el futuro en sus manos, no hay más que ver sus zonas de juego, que incluso con lluvia dan ganas de jugar. 

Área de juego (¿por qué será que no existe una palabra específica como playground o speelplaats?) diseñada por Carve, un estudio holandés que diseña todas las zonas en las que jugaré cuando sea pequeña.












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